
El pequeño hombre tenia una reina con el llegar de la noche.
Por ella, los frutos de la vida le eran bienhechores. De su voz, que le parecia un dulcisimo canto, nutria a su alma. Su sonrisa, constante, amable y serena, semejaba la tenuidad de la ola en un remanso de mar y lo cristalino de una fuente. Los colores exactos, suaves o firmes, reposaban en cada region de su ser angelical. Sobre su figura se estendian en mantos sutiles de aurora y primavera. Sus ojos de cielo y su mirada, eran aguas transparentes donde se veian vastos caminos y mundos nuevos. En ella hacian comunion los perfumes de las flores, y su caminar, delicado y majestuoso, hacia recordar el vaiven del trigal que a la vista envuelve de aureas sensaciones. De toda ella parecian emerger la comprension y la ternura, la energia de la vida, la belleza y la bondad.
Por lo anterior, ella era su consuelo y paz, su nacer y crecer a diario, el motivo de vivir la existencia.
Pero el pequeño hombre se quejabade verla solo cuando la luna lo llevaba a los rincones del suelo, y lo llevaba por verlo que de amor sufria, por no encontrar a su amada durante el dia.
Pero no la hallaba... porque solo se conformaba con soñar

